Día a día.

Cada mañana me despierto a la misma hora, todos los días llevan la misma monotonía. Llego a clases, me siento al lado de mis compañeros, charlamos un poco, entran los profesores, se van, comemos, charlamos un poco más, últimas horas del día y cada uno vuelve a su casa. Cuando llego a mi hogar, es donde cambian las cosas. Unas veces me apetece no comer nada y solo acostarme en la cama, otras como a mas no poder, pero siempre es lo mismo. Hago eso durante cinco días. Y luego que pasa? Llega el fin de semana. Me levanto, desayuno, hago los deberes, estudio, juego a videojuegos, como, como un poco más, me acuesto en la cama, veo alguna película, estudio, llegan mis padres a casa, hablamos, comemos más, otra peli, otra siesta, llega la noche. Me ducho, me acuesto y ya es domingo. El mismo plan. ¿No habias dicho que el fin de semana no es igual? Pues mentía. ¿Que cambia? Mi peso. Mis ganas de estudiar. Mi relación con mis compañeros de clase.